Se ha avanzado tan poco en veinte siglos que nos sigue haciendo el mismo efecto ese láudano de pan y circo con el que los emperadores romanos adormecían a las masas. Como los especuladores han puesto el trigo a un precio imposible y ya ni siquiera hay trabajo para que cada cual se compre la chapata, lo que se lleva sobre todo es el circo, y si es posible en abierto mucho mejor. Asistimos hoy, por tanto, al cuarto enfrentamiento Barça-Madrid, que si se desarrolla tal y como está previsto debería hacer subir el PIB de Cataluña en unas décimas, tal y como se auguraba que ocurriría en todo el Estado tras el gol de Iniesta en la final del Mundial.
Está claro que el fútbol es el opio del pueblo y, de haber nacido Marx un poco más tarde, es seguro que no habría dado tanto protagonismo a la religión, que cada vez narcotiza menos, a excepción de la misa televisada de los domingos con la que se duermen hasta las monjas. Este servidor fue testigo de la pausa en un velatorio para ver un partido televisado, al termino del cual y tras la sedante victoria del equipo local, todo el mundo regresó junto al cadáver mucho más consolado.
Pero no sólo eso. Es posible que la política sea la guerra por otros medios, pero el fútbol es en estos tiempos su mejor sucedáneo. De ahí que, a medida que los triunfos de un equipo son más numerosos, también lo sean sus seguidores, que bastante tienen con ser perdedores a diario como para permitirse encima nuevas derrotas los fines de semana. Bill Shankly, el mítico entrenador del Liverpool, lo tuvo siempre claro: “El fútbol no es un cuestión de vida o muerte; es mucho más que eso”.
Uno puede perder el trabajo, el piso y la pareja, pero por nada del mundo dejaría de ver un clásico. No se movilizaría contra un desempleo escandaloso ni para acabar con el hambre en el mundo pero saldría a la calle si un general portugués como Mourihno pidiera refuerzos para enfrentar la conjura arbitral a pecho descubierto. Nos gusta que nuestros gladiadores se dirijan a la grada antes de cada partido como lo hacían sus antepasados en el Coliseo: los que van a forrarse nos saludan.
Juan Carlos Escudier, Tierra de Nadie. Diario Público, 3 de Mayo 2011.
Totalmente de acuerdo.
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