sábado, 25 de febrero de 2012

El corazón de las tinieblas

Hace aproximadamente tres semanas terminaba de leer El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad. No fue un libro que me apasionara, ni mucho menos ha pasado a formar parte de uno de mis preferidos, pero esto no ha impedido que ahora le dedique un pequeño espacio en Nunca digas ‘Nunca’.

El contenido y fondo de esta obra es lo que más me gustaría alabar. Y es que se trata ni más ni menos que de una polifacética denuncia arropada bajo la simple narración de un marinero. Este marinero, Marlow, narra una travesía que realizó años atrás por el río del Congo hasta el corazón de las tinieblas de África, hasta el corazón de las tinieblas de la codicia y voracidad del ser humano, en busca de Kurtz, jefe de una explotación de marfil.  

El libro, que a mí se me hizo demasiado pesado, también es la historia de todos esos acontecimientos que han rodeado a África durante el siglo XIX. El racismo, la cruel devastación de su cultura e indígenas. El deshumanizante colonialismo de nuestro gran continente europeo, nuestro gran continente mentiroso (de cuyo peligro ya alertó Nietzsche, el peligro de un territorio corrompido y reducido al nihilismo) no pudo soportar la morbosa tarea de aventurarse en una África desconocida, fácil de explotar, para contagiarla su peste innata. Un nuevo continente, una nueva presa supuestamente fácil de dominar y deshumanizar bajo la falsa excusa de civilizar.

<<El corazón de las tinieblas fue publicado por Joseph Conrad en la época en que el imperialismo europeo, y en especial el británico, empezaban a perder su aura de misión humanizadora y se empezaban a conocer algunos de los desmanes y brutalidades cometidos por los europeos en el continente africano. El personaje de Marlow (basado en gran medida en las experiencias del propio Conrad) relata la brutalidad y arbitrariedad con la que los europeos trataban a los nativos durante su viaje.>> (Wikipedia)

Pero esta obra, en mi opinión, tiene también un lado negativo. Su calidad estilística y narrativa, o al menos la de la traducción al español. 

Pese al uso de un vocabulario muy rico y específico, la organización y desarrollo de la obra me ha parecido un caos para el lector.
En muchas páginas se presentaba un bloque compacto de palabras, de arriba a abajo: innumerables descripciones y reflexiones cansinas y sin fin, sin un simple punto y aparte que ordenase y estructurase cada página de modo que no hiciese perder el hilo del argumento al lector;  diálogos en estilo indirecto que se vuelven aburridos y caóticos,…

Cabe recordar que toda la obra está narrada en primera persona, y Marlow solo se remite a transmitir al resto de sus compañeros el recuerdo de sus experiencias en el rio del Congo. He de reconocer que yo mismo me he perdido más de una vez intentando seguir un orden dentro de ese laberinto de reflexiones y descripciones. Incluso me he perdido intentando adivinar quién era el personaje que hablaba cada vez que había alguna conversación, pues en toda la obra no hay ni un guión que regule los diálogos. Ni a veces la información necesaria que facilite ordenar al lector la narración del protagonista.

He decidido añadir esta crítica en Nunca digas ‘nunca’ porque ha sido la primera vez que he tenido que hacer frente a un problema tan obvio con la redacción y el estilo de una novela. O al menos con la redacción de su traducción al español. 

Por lo tanto, El corazón de las tinieblas es ese tipo de libro que recomendaría por su crítica a  todas esas injusticias que han envuelto a África por culpa del colonialismo. Pero también es una novela que no recomendaría a aquellos que se despistan con rapidez. Y es que el porcentaje de lectores que acabarían saturados y perdidos antes de terminar la historia podría ser bastante alto. Incluso para mí acabar la  novela se ha convertido en un pequeño reto…
Pese a todo, aquí os dejo una de mis reflexiones preferidas. Espero que la disfrutéis.

……

<< He luchado con la muerte. Es el combate menos estimulante que se pueda imaginar. Tiene lugar en una grisura impalpable, sin nada bajo los pies, sin nada alrededor, sin espectadores, sin clamor, sin gloria, sin el gran deseo de victoria, sin el gran miedo a la derrota, en una atmósfera enfermiza de tibio escepticismo, sin que uno crea mucho en su propio derecho, y aún menos, en el adversario. Si ésa es la forma de la sabiduría suprema, entonces la vida es un enigma mayor de lo que algunos de nosotros pensamos. Estuve a un pelo de la última oportunidad para pronunciarme, y descubrí con humillación que probablemente no habría tenido nada que decir. Ésa es la razón por la que afirmo que Kurtz era un hombre notable. Él tenía algo que decir. Él lo dijo. Desde que yo mismo me asomé por el borde, entiendo mejor el sentido de su mirada fija, que no podía ver la llama de la vela, pero era suficientemente amplia para abrazar el universo entero, suficientemente aguda para penetrar en todos los corazones que laten en las tinieblas. Él había resumido, había juzgado. ‘‘¡El horror!’’>>

……


miércoles, 22 de febrero de 2012

Alguien a quien me recuerda...

Cambiando un poco de aires, frente a toda esa ficción abstracta o conceptualismo que parece haber invadido mi mente, y como no, toda la actividad que ello conlleva en nunca digas 'nunca', les presento una entrada mucho más peculiar, llamémosle personal, totalmente amarrada a algo parecido a la realidad.

Hace varios meses tuve la ocasión de conocer a una chica china y a su pareja. Fue cenando en un restaurante coreano, en pleno centro de Madrid. He de añadir que era la primera vez que entraba en contacto con la comida coreana. Me fascinó tanto como la comida asiática que ya había probado, la china o japonesa, y quedé igualmente encantado. Así que dos encuentros arbitrarios concurrieron aquella noche: la congregación junto a aquella pareja y la aproximación a la comida coreana. En ese restaurante nos conocimos, y con ellos conocí la comida coreana, ambos están estrechamente unidos de la mano. Y de momento sigue habiendo buena relación entre los dos extremos de la cuerda (¿Porqué tendría que salir mal?).

Como siempre, el simple hecho de ponerme en contacto con la cultura oriental merecía la pena, y asistí sin rechistar a aquella cena. Hubo un pequeño malentendido el día anterior que casi me cuesta mi asistencia, pero afortunadamente todo se solucionó antes de la hora prevista.
Y no dejé de arrepentirme del estúpido embrollo que a punto estuvo de robarme la asistencia cuando me di cuenta de que por los pelos me quedo sin conocer a la pareja de la que ahora mismo hablo. Sí, me chocó mucho encontrarles. En especial me sorprendió la chica.

Me hizo mucha ilusión conocerla (su novio era español, y aunque fue muy divertido, no tiene nada que ver con lo que voy a decir ahora). Nada más verla me fue imposible evitar que mi mente adjudicara a su rostro el recuerdo de otro que era incapaz de eludir. La cara de la chica me era tan familiar que apenas podía contener las ganas de espetárselo en la cara y gritarla con emoción a quien me recordaba. Solo necesitaba un poco de conversación y unas cuantas risas más para tener más confianza, para que en breves enfundara dentro de un nuevo argumento todas esas palabras de regocijo y sorpresa que deseaba expresarles.

El rostro de la chica me recordaba a una cantante y artista japonesa a la que admiro bastante. El nombre de la cantante, Funakoshi Rie, ya ha aparecido varias veces etiquetado en mis entradas. Vamos, que no os pille por sorpresa este nombre porque no es la primera vez que lo menciono. Y por si alguien no se lo cree, y sobre todo, para unir cabos sueltos dentro de este blog, aquí os dejo algunos enlaces donde la música de Funakoshi Rie ha estado presente. Todos empiezan por ‘Querido diario’: Decay, Money will love you y Dreams be.

Por decirlo de algún modo, la ‘castellanización’ del nombre de esta amiga china, Sofía, no coincidía para nada con el de la artista. Tampoco su nacionalidad. Ni su edad. Pero hasta que no estuve seguro de todos estos datos, no pude discernir por completo si ella se trataba de Rie Fu o no. Bueno, en realidad no soy tan tonto.  Supe desde el principio que ella no era la misma artista que tenía en mente cuando vi su rostro. Pero me gusta imaginar, me gusta la ficción y preferí fantasear desde el principio. Preferí engañarme a mí mismo  y creer en la posibilidad de que existiese alguna relación entre ella y Rie Fu, alguna relación entre nuestro encuentro, mis gustos y recuerdos. Y gracias a esta mente fantasiosa, de nuevo, estoy escribiendo una entrada como la de hoy.

He decidido sacar el máximo provecho a nuestro encuentro, a nuestra cena en el restaurante coreano y, con el permiso de Sofía y su novio, publicar en esta entrada unas cuantas fotos que justifiquen el teatro que me había montado en mente. Son fotos que nos hicimos con Sofía y que compararé con otras fotos de Funakoshi Rie que he encontrado en Internet.

Espero que ojear las imágenes que pondré ahora os haga tanta ilusión como a mí me hizo buscar las fotos y crear esta entrada, compartir mi conmoción por este tipo de casualidades tan gratas y sobre todo, compartir la ilusión de conocer a alguien que cada vez que le mire me traerá buenos recuerdos. Una noche cualquiera de principios de diciembre, en un restaurante coreano…

Portada del último disco de Rie fu.
A la salida del restaurante coreano

 
A la izquierda Rie Fu y a la derecha nuestra amiga en el restaurante coreano.


 
De nuevo, Rie fu (izquierda) y nuestra amiga en el restaurante.


Alguien a quien me recuerda...

martes, 14 de febrero de 2012

Víctimas

Víctimas existen en todos los sitios, en todos los lugares, en cada rincón del planeta. Las causas de una víctima, unas manos, un disparo, una palabra, un error. La vida.
......

Tengo entendido que hace más de treinta años España apostó por una democracia constitucional. Sí es así y mi memoria no me falla, podemos continuar. 
He estudiado y meditado, y tengo entendido que un estado que quiere apellidarse democrático es aquel en el que se apuesta por proteger y promover la igualdad, la justicia, la dignidad de toda la masa de ciudadanos que lo habitan. ¿Debería ser intrínseco en un lugar que ahora definimos así? 
Por otra parte, la experiencia me dice que nada surge de la nada. Que es imposible andar si no tienes dos patas ni tierra que pisar; que donde ahora hay cenizas, antes había un tronco; que donde ahora hay democracia, antes había dictadura...

Y que donde ahora estamos nosotros, antes había otros. La igualdad, la justicia y la dignidad de otros habitantes que  hemos ido olvidando. O mejor dicho, que algunos han intentado evitar recordar mientras que a muchos les han obligado a olvidar. Una sonrisa, una rabieta o una lucha pisando el mismo rincón del planeta que pisamos nosotros. Y ellos, esos a los que ahora se intenta dignificar y justiciar, también han sido habitantes, personas. Pero sobre todo, ellos también han sido víctimas.

Víctimas del franquismo. 

...Me pregunto si las más crueles víctimas son en realidad aquellos que se niegan a recordar, que sortean sus errores sin mirar atrás, que cada vez les pesa su alma más y más... 


Grandes conocidos del mundo de la literatura, del cine, de la cultura en general han creado este vídeo de unos diez minutos. Por unos segundos se encarnan en otras personas, en la piel de otros que ya no están. Entre ellos se encuentran, por ejemplo, Pedro Almodóvar, Almudena Grandes, Carmen Machi, Paco León o Javier Bardém. Cuando descubrí este pequeño vídeo corriendo de tablón en tablón por Facebook, fue estúpido reprimir mis ansias de añadirlo a Nunca digas 'nunca'. Y como fruto de esa impertinente ansiedad en busca de justicia han nacido estas cortas palabras. 
Espero que lo disfrutéis.


Por el reconocimiento de la dignidad de aquellos que mueren y siguen buscando justicia ahora que podrían, las víctimas; víctimas del franquismo.

......



domingo, 12 de febrero de 2012

Another World

Y retomando la entrada anterior llamado Una noche como otras, aquí les dejo la letra de la canción que sonaba al final. Como es costumbre en Nunca digas 'nunca', no me gusta olvidar el lyric de una melodía.

La canción es de un grupo que descubrí hace varios meses y que desde entonces... Sí, podría decirse que desde entonces ha facilitado mi destartalada inspiración. 
Ya incluí una canción suya el primer día del año. La entrada se llamaba Thank you for your love, que coincide con el título de la canción, y podeís acceder a su letra y videoclip pulsando aquí. Seguramente incorpore más entradas con canciones de Antony&TheJonhsons de ahora en adelante...

Disfruten de la música, las imágenes y la letra...

Another world- Antony&theJonhsons


I need another place
Will there be peace.
I need another world
This one's nearly gone.

Still have too many dreams
Never seen the light.
I need another world
A place where I can go.

I'm gonna miss the sea
I'm gonna miss the snow
I'm gonna miss the bees
I miss the things that grow
I'm gonna miss the trees
I'm gonna miss the sun
I miss the animals
I'm gonna miss you all.

I need another place
Will there be peace.
I need another world
This one's nearly gone.

I'm gonna miss the birds
Singing all there songs
I'm gonna miss the wind
Been kissing me so long.
.......
Another world
Another world
Another world
Another world 
 ......


jueves, 9 de febrero de 2012

Una noche como otras

Tengo sueño, no puedo dormir. Cientos de pensamientos invaden mi mente. Me comen, me atan, saltan y cantan como niños inocentes girando, todos se agarran las manos. De izquierda a derecha, suben y bajan, se marean. Yo también he bebido. Con dulzura, con cariño, son incapaces de apartar su vista del sujeto alrededor del que danzan. Ese soy yo. Me pertenecen, giran a mí alrededor, son todos míos.

Quiero romper la cadena, las manos de los niños, sus manos a mí alrededor. Si la rompo, el juego se acaba, y mi vida también. Se abalanzarían, me culparían, llorarían, y no me podría ir. Son mi responsabilidad, y si no lo fuesen no quedaría nada en mí. Desquebrajada mis ansias de volar, de expandirme como una ola que arrolla todo a su alrededor, todo mi interior, los niños no pueden dejar de girar.
Y tengo miedo, tiemblo al pensar que esa inercia llegará a su fin. Todo lo que hay detrás es peor. Necesito un lugar seguro en el mundo, un nuevo centro en ese corro. Cierro los ojos y me dejo balancear al ritmo de sus cantos.

¿Qué ocurre? Un niño no cesa de llorar. ¿Qué te ocurre? Abro los ojos. El círculo, el corro tan bien amarrado está roto y el niño no deja de llorar. ¿Qué hay detrás? Quiero espiar. Me acerco a sus llantos, destartalan mis tímpanos, qué llantos impunes. ¿Sabrá que puedo escapar? Ahora es el momento correcto. Aguanta ese ruido. Rompe la inercia del círculo, escapa del canto, salta. Salta. Salta…

¿Cómo? Otro niño ha ocupado el hueco por el que quería saltar… ¿Por qué? ¿Quién te ha llamado? No es verdad. El niño ya no llora, amarra con ansias unas manos nuevas… ¿No lo ves? Déjame salir…


Tengo sueño… Me vuelvo hacia atrás. Ahora otro mundo. Un canto más alto, un corro más amplio. Un niño más, menos aire en mis movimientos. Mis ojos, se cierran, olvidan, olvidan. Olvidan…

Y sueño… Es obvio. Todo era un sueño, el centro, los niños, el corro, yo. No puedo escaquearme, aguanta. Ahora ya lo entiendes.


 ‘’Yo solo necesito un corro nuevo, un mundo nuevo, niños desconocidos…’’

<<No importa, tranquilo, no llores… Esto es solo una noche como muchas otras…>>

……


domingo, 5 de febrero de 2012

Conexión repentina


Pero... ¿Qué llevas en la mano?

Nunca pensé encontrarte aquí. Me pillas de compras. Un regalo para mi hermana, me he escapado de Palencia para comprárselo. Desde Nochebuena estoy con ella en el pueblo.

Veo que no has cambiado nada... ¿Estás recuperada? El veinticuatro de hace un año, ya sabes... Me alegro de que vuelvas a coger el coche sin miedo.

Te debo una cena. Y cállate... ¡No me amargues la tarde anda! 

Echo tanto de menos las clases a tú lado, tu voz... Llámame sin falta, pasaremos otra noche más, juntos. Como muchas otras antes de Navidad...


>>Diciembre del 2011, vísperas de Año Nuevo.


jueves, 2 de febrero de 2012

Niebla

Sorpresa el jueves veintiséis paseando por el centro de Madrid.

El día se había levantado espeso, con un tumulto de nubes que como continuasen disminuyendo su altura acabarían cegándonos el paso. Sabía que mi plan, alrededor de las diez de la mañana, era levantarme y prepararme para partir al centro de la capital. Tenía que estar en la Gran Vía madrileña sobre las once de la mañana. Mientras, esas nubes continuaban con su amago de estropear la mañana.

Nunca me ha preocupado el sol, las nubes, el frío o el calor, y pasan pocas veces por mi mente comentarios sobre el tiempo. Aunque para ser rigurosos, esto no significa que me niegue a hablar del tiempo. Lo estoy haciendo, por ejemplo, para introducir las fotos de esta entrada. O también lo hago de vez en cuando para romper el hielo, si tengo que compartir durante unos minutos el mismo escenario con conocidos que más bien son desconocidos de toda la vida. Un breve comentario del frío que hace, que si se acerca una tormenta, o que si odias el calor sofocante, te ayudan a salir del paso y evitar conversaciones más originales.

Ahora que recapacito sobre aquel día veintiséis, casi el apogeo de esa semana puente de la que hablé en la última entrada, me pregunto si fui yo mismo el que atrajo toda la neblina con la que Madrid se despertó.

Durante la noche, sin una minúscula luz que ilumine el frente, es absurdo intentar comprender la niebla usando la vista. El olfato, el tacto, quizás el oído son capaces de discernir entre una atmósfera densa o ligera en medio de la noche. Pero no ese sentido del que tanto nos fiamos, la vista. 

Así que, como parte de esa ilusión que durante la semana pasada viví, mientras caminaba a oscuras, mientras cruzaba cada centímetro de mi cochambroso puente, unas nubes espesas se acercaron amenazantes y engendraron esa neblina que me acompañó todo el trayecto hasta el final del puente. En definitiva, yo las había atraído hacía mí.
¿Qué más podía pedir? No podía exigir lo imposible. ¿Atisbar el final del puente cuando, como dije, ‘solo tengo un pequeño esbozo de lo que quiero, que como la niebla, envuelve todos los puentes por los que cruzo.’? Inevitablemente, el resultado fue el siguiente: 

El paisaje me pilló desprevenido, y la única solución para plasmar aquel momento fue usar la cámara del móvil. El lugar elegido para tomar estas fotos fue el Parque de la Montaña, en concreto el mirador que rodea el Templo de Debod. Hacía muchos años que no entraba al templo, y después de enfilar la Gran Vía hacia Plaza España, mi curiosidad reclamó dar un paso más y acercarme a él. Una vuelta matutina por la capital siempre es agradable, y era incapaz de controlar mi imaginación, de regodearme al pensar las ganas que otros estudiantes en sus clases, profesores u oficinistas tendrían de disfrutar lo que yo vivía esa mañana tan fría.

Cuando salí del templo, que seguía tal y como lo recordaba, me dejó boquiabierto el panorama que desde mi posición rodeaba a la capital. Una postal invernal, una radiografía de una atmósfera turbada y helada. Una niebla que no solo envolvía mi cuerpo, sino que también a Madrid y todas sus calles… Había sido incapaz de sentir la niebla antes. Mis ojos, mi mente estaba abstraída, ciega, oscura. Y el resto de sentidos inutilizados. Solo cuando bajé la guardia, solo cuando hallé un pequeño claro, quedó al descubierto lo que en realidad me acorralaba. Niebla, esbozos, frescor viciado y ningún objetivo clarividente…

Acurrucado bajo esta niebla contaminada pasé la mañana de un día de finales de enero.
…...

En las fotos que tomé se pueden diferenciar, además, varios edificios simbólicos de la capital. En el fondo izquierdo, detrás de los tejados, antenas y chimeneas, está la Catedral de la Almudena y una fachada del Palacio Real, justamente la que da al Campo del Moro. Un poco más atrás, casi transparente, se encuentra la cúpula que corresponde a la Basílica de San Francisco el Grande. Y casi en primer plano, hay otra cúpula más pequeña de la Estación de Príncipe Pío.

La misma curiosidad que me hizo dar unos pasos más hasta alcanzar el Templo de Debod fue la que, atraído por la magia de ese espacio que se extendía delante de mí, incitó el ánimo suficiente para escabullirme por toda esa zona de Madrid tan inexplorada para mí. Parecía que allí me sentiría seguro, y salí del Parque de la Montaña para recorrer todas las callejuelas, pisar el suelo real que desde el mirador no podía observar. Quería saber si había alguien sorteando el frío entre tantos pisos, si esa neblina acechaba a nivel de calle, si también me acecharía a mí…

Y mirar hacia el cielo, despacio, esperando encontrar una nube amenazante que recogiese la niebla como quien recoge ansioso un billete del suelo. Esperando que emergiese de pronto igual que antes, otro día, silenciosa, de noche. O al menos esperando su desaparición para aclarar el ambiente, para dejarme enfilar mis pasos hasta el final del trayecto usando la vista, usando mi mente…