jueves, 5 de mayo de 2011

Comprender Japón (1ª parte)

Desafortunadamente me llega a mis oídos que, desde el 11 de Marzo de 2011, el país nipón hace frente a unas de las crisis más crueles que nunca antes haya vivido. Agravada además por la depresión económica en la que lleva sumido desde los años 90, creía que daba muestras de recuperación paso a paso, sin prisa pero sin pausa. Sin embargo, estos pequeños pasos parecen haber sido enormemente entorpecidos por el terremoto (denominado 大震災, daishinsai, ‘gran temblor devastador’), tsunami y posterior crisis nuclear que azotaron a la isla… No es de extrañar que alarmantes fuentes (incluiré a propios delegados de su gobierno, periodistas o periódicos extranjeros, organizaciones,..) hayan optado por drásticas comparaciones referidas a su situación al acabar la II Guerra Mundial o con el desastre nuclear de Chernóbil. Ahora mi pregunta es certera… ¿Es verdad que allí se está viviendo el apocalipsis que nos presentan los medios de comunicación?

Paradójicamente, creo que frente a la gran agitación y nerviosismo que los medios parecen describirnos, nos topamos con 127 millones de habitantes residentes en la isla que siguen un día a día relativamente común y rutinario. Apunto relativamente porque he descontado dos hechos que son evidentes: los pueblos y costas del Norte de Japón que se vieron involucradas en la masacre del tsunami se centran en su reconstrucción para intentar retomar esa ‘regularidad’, esa ‘habitualidad’; y porque obviamente cualquier actividad que quede dentro del radio de seguridad establecido alrededor de la central de Fukushima no se retomará hasta que el nivel de radiación disminuya y la central sea controlada. Si echamos una rápida mirada al futuro, las consecuencias de la radiación pasarán factura durante años, a nivel local alrededor de la central (pero no en la otra punta del Pacífico, en California entre otros, como muchos americanos se han creído, ni siquiera en otras ciudades japonesas). Mientras, las consecuencias del tsunami ya han pasado factura, y el indicio más siniestro son las cifras de fallecidos que rondan los veinte mil….

Y como decía, 127 millones de habitantes que, en los primeros días, influenciados por continuas réplicas del daishinsai (大震災), influenciados por la llegada de ‘tormentas’ de información, tan pronto certeras o falseadas, como preocupantes, exageradas o contradictorias a las oficiales, hizo que estos se vieran desconcertados y desorientados, o que incluso los más atrevidos decidieran abandonar el país y alejarse de ciudades colindantes y no tan colindantes a la región de Fukushima. 

No obstante, a medida que en las sucesivas semanas se iban conociendo exactamente los verdaderos problemas a los que la sociedad nipona se afrontaría,  el espíritu japonés entró en marcha: ….Una rápida tolerancia ante la catástrofe natural que acababan de vivir, la suficiente satisfacción colectiva con los consejos e información que la cadena pública japonesa NHK transmitía, su aparente tranquilidad ante la información que iban recibiendo, sin parecer importarles la manipulación o ‘suavización’ de ella siempre y cuando no se tratase de datos que pusiesen en peligro la vida de los ciudadanos (tamización que efectivamente fue expuesta por la empresa encargada de la central, TEPCO), una superficialidad sosegada y calmada, quizás agitada en ocasiones por campañas de ayuda y selección de voluntarios para solidarizarse económicamente con las zonas afectadas por el terremoto, etc….

Entonces me di cuenta de que ese espíritu japonés fue aprovechado por muchos medios extranjeros para, ante su sorpresa, realizar un ligero análisis y calificar a la sociedad japonesa tanto como un pueblo civilizado y con una ciudadanía comprometida como una sociedad demasiado estoica, fría e insensible.

Evidentemente, la respuesta creo encontrarla en su cultura, que supone un mix de las dos impresiones que occidente se llevo al analizar la gestión de la nueva crisis japonesa, una gestión que todavía sorprende tanto como cuando se le explica a un español lo que es la 'huelga a la japonesa' y que de verdad….¿¡…existe..!?.
 Estoy hablando, pues, de una gestión no gubernamental, ni oficial ni estatal, sino la gestión y respuesta de la comunidad japonesa en general, de su sociedad, de sus opiniones y costumbres asentadas en unos principios, una lengua y una cultura que ha demostrado saber responder con calma y tranquilidad ante un desastre a tal escala.

Pero no todo son alabanzas, y puedo reconocer también las críticas a esta 'gestión colectiva'. Se trata de la frialdad o parsimonia que en ocasiones acompaña a sociedades como la japonesa, en este caso, poco conocida y estereotipada en el extranjero bajo idols como el sushi, el manga o Nintendo/Sony/Toyota. Puedo asegurar que ante una ciudadanía por naturaleza tan correcta y respetuosa nos encontramos antagónicamente con una característica innata en ese espíritu japonés que me hace temblar....

Mientras que en España o Europa aseguramos que las apariencias engañan para referirnos a una minoría, en Japón ocurre lo contrario, y tal expresión es una buena premisa inherente a la cultura japonesa. 外観はあてにならないものだ・gaikan wa ateni naranai mono da, ‘’las apariencias es algo con lo que no se debe contar’’,  resuelve muchos porqués que permiten adentrarnos en la esencia japonesa y que solucionan algunos dilemas incomprensibles. 

Yo, individualmente, reduciré la dificultad de tal frase y la adaptaré a las relaciones entre personas, aunque puede ser interpretada en infinitos campos. La traduciré como: ‘Difícilmente sabrás lo que de verdad piensa un japonés sobre ti’. Las consecuencias, tanto violentas como agradables, tienen muchos efectos secundarios, y este hecho ha permitido prolongar la vida de la cultura japonesa, ha permitido actuar silenciosa y calmadamente ante situaciones como la vivida y también ha polarizado a la opinión entre benévolas alabanzas o críticas tan frías como el comportamiento del que se les acusa, de ‘parecer tontos, inactivos, pero no serlo’. Independientemente del debate sobre las libertades o derechos que están arriesgando o perdiendo por ‘parecer’ conformistas (recuerden que nunca sabremos cómo piensa realmente un japonés así a la ligera, por lo tanto sustituyo el verbo SER por PARECER), no podemos negar que su correcta resignación en el momento oportuno ha permitido manifestar una paciencia y transigencia que muchos países envidiarían. Esperemos que esta flexibilidad sea momentánea y reservada a situaciones críticas, pues no me gustaría comenzar a vaticinar hacía qué evolucionan las masas acomodadas y fáciles de domesticar (creo que hemos tenido un siglo XX bastante llenito de ejemplos de ello).

Aún así, la permisividad japonesa se ve alimentada básicamente por su cultura y carácter, y por suerte ha sabido poner límites entre ambos extremos, ni mucho, ni poco. Pero aquella que rige las relaciones entre los japoneses es mucho más complicada, y para un japonés tú no ERES guapo, bueno o amable, aunque te lo diga de primeras, sino que PARECE que él piensa así, que tú eres guapo, bueno y amable, y eso no será desmentido hasta que realmente le conozcas y compruebes que es así (proceso que puede llegar a durar incluso años). No se trata de una crítica, es más, muchas veces este espíritu protector de sus percepciones y sufridor por callárselas, se agradece, mantiene una calma y equilibrio que evita muchos desencuentros que quizás en la sociedad occidental son inevitables dado, por ejemplo, el carácter provocativo y exaltado de los españoles en general. A la vez, ese carácter entusiasta latino impediría una fácil manipulación que sí sería posible en sociedades más moderadas (por ejemplo, de nuevo Japón, es común pensar ‘intenta sobresalir sin llegar a sobresalir’... el occidental se preguntaría, ¿Cómo...?; mientras, el japonés simplemente se limitaría a hacerlo...).

Por lo tanto, nos hemos dado cuenta de que el respeto reside en la falta de libertad, y este principio es clave para entender el espíritu japonés, su autonomía o el porqué de su silencio conformista. Y una de las consecuencias de esta apreciación es la que permite extenderla a la gestión que han llevado a cabo con la crisis que viven desde Marzo. Que parezcan tranquilos y flexibles, en masa respetuosos y amenos, no significa que por dentro se estén corrompiendo de miedo, rabia o estrés, quieran llorar y desahogarse, deseando gritar y salir corriendo. Las apariencias engañan en la sociedad japonesa, ¿Para bien o para mal?....

...................

…Mientras… me gustaría que opinéis, tanto los conocedores o no de la cultura japonesa como de cualquier otra. Cómo decía en un post anterior, ahora sólo queda nuestra opinión y lo que somos (¿…O lo que parecemos ser…?), así que no duden en comentar.


Continuaré con estas impresiones en comprender Japón 2,  hablando sobre algunos aspectos de su lengua que hacen más evidente aún el espíritu silencioso y sufridor del japonés.


Hasta entonces…, muy buenas tardes a todos.


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1 comentario:

  1. http://www.elpais.com/articulo/portada/acostumbra/todo/elpepusoceps/20110424elpepspor_3/Tes

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