martes, 30 de agosto de 2011

YOU ARE MY LOVE...

 You are my love (梶浦 由記 kajiura yuki)



Kiss me sweet
I'm sleeping in silence
All alone
In ice and snow

In my dream
I'm calling your name
You are my love

In your eyes
I search for my memory
Lost in vain
So far in the scenery
Hold me tigh,
And swear again and again
We'll never be apart

If you could touch my feathers softly
I'll give you my love
We set sail in the darkness of the night
Out to the sea
To find me there
To find you there
Love me now
If you dare...

Kiss me sweet
I'm sleeping in sorrow
All alone
To see you tomorrow

In my dream
I'm calling your name
You are my love...
My love...

lunes, 22 de agosto de 2011

La moneda perdida


¡Hola!  ¡Me llamo Wewe!
 
Puedo estar orgullosa de decir que es un nombre que nadie ha elegido por mí. Tan solo me gustó y me llamé a mi misma Wewe. Mi nombre original es otro mucho más ordinario y simple, así que lo cambié tan pronto como pude. Pero la gente al verme, sigue llamándome por ese nombre tan primitivo que tan poco me gusta… 
Que me llame Wewe… es algo que solo sé yo, la persona que me está ayudando a escribir esta historia, y por supuesto, aquellos lectores que la ojeen y que, respetando mi decisión, se olviden de mi otro nombre.
Imagino que una de las preguntas que se os pasará por la cabeza es saber quién soy. Mi físico o mis opiniones. Por qué motivo estoy escribiendo esto. Qué voy a obtener a cambio de unas palabras plasmadas entre estas hojas. No os preocupéis que lo hare. Ahora acabo de empezar… ¡Vayamos con más calma!
El caso es que me gustaría daros unas cuantas pistas, pero no creo que pueda. Los acertijos es algo que todavía no he llegado a comprender del todo. Lo primero que debo decir es que no tengo un intelecto del cual enorgullecerse… Mi intelecto no sirve para esto, no soy lo suficientemente inteligente y avispada para hacer algo por mi propia cuenta…. Yo necesito hablar remitiéndome a los hechos o a lo que se cruza por mi cabeza. No puedo dedicarme a enredos y adivinanzas.  

Veamos… Incluso podría decirse que yo, únicamente, he aprendido a describir lo que me pasa o a mí. Además, de mala manera (pues, por ejemplo, aunque sé lo que es un espejo, nunca he tenido la oportunidad de acercarme a uno y comprobar mi aspecto). Tampoco tengo ojos, aunque pueda ver. Es decir, el sentido de la vista lo tengo en otra parte. Los sentidos del tacto, olfato y oído los poseo también, aunque no necesito piel, nariz u orejas para ponerlos en funcionamiento. ¡Eso es genial! ¡Me ahorro mucho espacio! Y ahora entenderéis porqué. 

Pero no solo sé hablar de cualidades de mi misma (¡Ojo! Estoy hablando sobre mí en femenino porque es lo más adecuado, no porque sea una mujer. Yo tampoco tengo sexo ni género). Mi reproducción no va ligada a nadie de mi sexo opuesto. Nunca me reproduciré con mi contrario: algo con género. Simplemente no me reproduzco. Ningún deseo sexual ha cruzado mi mente durante toda mi vida, así que soy incapaz de describirlos. Nosotros no nos reproducimos, nos reproducen.

La reproducción de mi especie, si es que podemos llamarnos así, está ligada a factores externos que nunca hemos elegido. Creo que a los humanos les pasa algo parecido. Ellos no eligen dónde, cómo o cuándo nacer. Ni siquiera si quieren nacer o no. Ellos simplemente nacen y ¡Ale! ¡A vivir! En mi caso, podría decirse que ha ocurrido algo parecido. Nadie me preguntó si quería nacer o no. — ¡Hola Wewe!  A partir de ahora tienes la posibilidad de nacer. ¿Quieres?—. Mi respuesta hubiese sido un sí, pero nadie me lo preguntó. Y además, ¡He tenido suerte! Muchos de mi especie no la tienen. Me atrevería a decir que soy una excepción, el único caso conocido.  La gente, los humanos, solo nos utilizan. Y yo he tenido la suerte de encontrarme con alguien que ha sabido interpretar todo lo que llevo dentro. Y esa persona ha desglosado mis pensamientos, lo que quería trasmitir, todo lo que quiero contar, adaptándose a mis aptitudes e ingenio. Quiero que así se conozca otra verdad que pocas personas imaginarían.
Pero no os creáis, que yo también he sido utilizada, y encima muchas veces. He pasado de mano en mano, de hombre en hombre, de casa en casa, por comercios. Y es algo horrible. Cuando te das cuenta de que por ti misma no vales nada, que dependes de un propietario continuamente si quieres valer algo, ¡O incluso moverte! Pero más horrible aún es cuando ni siquiera nadie se para a escucharte. Como digo, yo he tenido suerte y ahora, aquí, puedo escribir todo lo que he sentido y siento. Pero muchas de mis compañeras y compañeros nunca van a ser escuchados. No tenemos la voz lo suficientemente desarrollada para gritar. Podemos pensar pero no hablar, la verdad es que entre nosotros no necesitamos palabras para comunicarnos. 

A veces, con solo atisbarnos, ya nos hemos dicho todo. Son muchos años de experiencia. Estamos encerrados y rodeados de un eficiente caparazón que nos impide comunicarnos entre nosotros. Repito que nosotros no lo hemos elegido, nos ha tocado nacer y ser así. Igualmente que nacemos para ser utilizados. Ningún ser humano podría soportar que algunas o algunos de nuestra especie hablasen. Mejor crearlos con la boca cerrada.

......



lunes, 15 de agosto de 2011

Hacia lo salvaje

El Single “Hacia lo Salvaje”, adelanto del nuevo disco de Amaral, que estará disponible el 27 de septiembre de 2011.



jueves, 11 de agosto de 2011

Y entre tanto, agua fría (2ªparte)


......

— Ya sé que estás hablando en serio, nunca te he tomado por embustero— dijo Susana desde el otro lado del teléfono tras escuchar mi petición. 

La conexión telefónica seguía abierta, y yo me había anonadado pensando en ese pacto que irremediablemente tenía que quebrantar. Entonces ella prosiguió:

—Pero no puedo evitar preocuparme; Parece que quieres tentar a la suerte… Una especie de provocación muy descarada, ya sabes. Podrías venir a comer o cenar, podrías ir a ducharte a casa de algún amigo. Pero no, necesitas estar duchándote desnudo en mi casa y encima quedarte a dormir. Espero que estés seguro de lo que haces.

Gracias al tono preventivo que Susana había utilizado en sus últimas palabras, pude comprender que la atracción que sentimos entonces iba a volver a despertar indomablemente si nos reencontrábamos de nuevo. Ella sabía que era estúpido reprimirse, sabía que volveríamos a tener sexo con tanto vigor, hasta alcanzar el mismo clímax sexual de hacía meses. Que haríamos el amor tan salvajemente gracias a la vuelta de esa especie de semilla imán que nos seducía hasta distorsionar nuestros encuentros e incitarnos al sexo tan bruscamente.

— Lo sé— contesté con preocupación—. Y te aseguro que no estaría acudiendo a ti si no fuese necesario. Como te he dicho, he intentado contactar antes con más conocidos y no he obtenido respuesta.

— ¿No serían también otras mujeres con las que solías acostarte?

Dudé en que debía responder. Ahora no podía engañarla…

—Sí, la verdad es que si…— afirmé—. He intentado llamar a otras mujeres con las que me he acostado noche tras noche antes de conocerte. Pero no han respondido…  Desde que te dije que por mi bien era mejor que dejásemos de vernos a solas, he conseguido enderezar mis sentimientos. Encontré una especie de rutina y trabajo que aplacaron mis intensos deseos sexuales. Y como te he contado más de una vez Susana, igual que aparecieron de la nada, ahora se han esfumado de nuevo hacia la nada. De momento no he necesitado acostarme con nadie más… Creo que me he vuelto un poco maniático desde la última vez que nos vimos— la confesé mientras dejaba escapar una sonrisa que pareció recoger en su mente—. Yo solo necesito una ducha lejos de la zona en la que vivo. Lo que ocurra antes o después estando en tu casa, nunca lo podré adivinar. Intentaré ser optimista.

— De todos modos, ya te digo —añadió Susana—. Que a mí no me importa romper la promesa todas las veces que sea necesario. Sabes que nos atraemos irremediablemente. Nuestros encuentros se habrían reducido a la mitad si no hubiésemos ido muchas veces a lo que íbamos. Así he conocido una parte más  íntima de ti y me alegro. Además, también te he echado de menos todo este tiempo… He evitado llamarte pensando exactamente en eso, en que sería por tu bien. Simplemente me ha sorprendido que ahora seas tú el que llama. Como si te hubieses dado por vencido.

— Veo que no me guardas rencor. Y que comprendiste que ya me tocaba aplacar el hervidero que llevaba dentro —la dije con una sonrisa entre labios.

— ¿Rencor? ¡Y eso por qué!— se extrañó—. ¿Tú sabes lo que disfrute cada vez que estabas dentro de mí…? Sé que todo lo bueno acaba, así que me imaginé que algún día llegaría el final. Pero solo una cosa más.

De repente el tono despreocupado que había usado anteriormente se esfumó. Entonces ella prosiguió:
—Dudo que esas mujeres a las que has llamado tengan el teléfono apagado. A la hora de comer, todo el mundo está pendiente del teléfono. Es algo que he podido comprobar día tras día. La gente está deseosa de hablar con alguien mientras come para hacerse el interesante,  para parecer que no se aburren masticando. Y cualquier sonido ajeno al movimiento de su boca, es captado rápidamente por su atención. ¿Nunca te ha pasado eso? 
 Paró repentinamente. Había hablado demasiado rápido y ahora tenía que tomar aire. No contesté a su pregunta, la verdad es que era algo sobre lo que no había reflexionado antes. Tras unos segundos, prosiguió:

—He reconocido tu número en cuanto ha aparecido en la pantalla. Y he contestado porque quiero verte. Pero esas mujeres a las que has vuelto a llamar… Créeme, tengo la intuición de que no te han respondido intencionadamente. Nada más ver tú número se habrán echado a temblar, preguntándose porque las requieres de nuevo. Seguramente estén deseosas de compartir más noches magníficas de sexo contigo, pero tienen sus compromisos, parejas o maridos. Y si contestan, tú te habrías entrometido de nuevo intensamente en sus vidas, como dejando un caramelo en la boca de un niño y prohibiéndole que lo saboree. Y más aún con la petición que andas haciendo. ¿Te has preguntado si acaso yo también he reconducido mi vida, si estoy preparada o no para verte?... ¿Qué pasa si ahora te digo que tengo pareja y que no debería verte?

Me quedé paralizado. No sabía cómo responder. Conocía bastante bien la modulación que Susana utilizaba para expresar sus sentimientos, pero medio año de ausencia también había pasado factura en mi mente, y no podía diferenciar si se trataba de una broma o de un hecho verdadero.

— ¿Estás saliendo con alguien? —la pregunté con tono preocupado, aunque mi única intención fuera la de asegurarme.

—No, tranquilo… No te alarmes, no tengo pareja— respondió ella con un suspiro—. Lo único que quería decirte es que,  aunque hemos disfrutado mucho juntos, también tengo mis principios y aspiraciones. Solo te pido que la próxima vez que me llames, seas más sutil con tus propuestas. Que no tenga que pensar mal de primeras, sentirme como una especie de último comodín al que acudes para excitarnos y tener sexo…
>> Escucha, nunca sabrás cuando  he conseguido reconducir mi vida. La manera en la que dejamos de vernos nos abría las puertas para empezar de cero. Y el final de nuestros encuentros fue esa fase preliminar.  A lo mejor— dijo seriamente—, un día se te ocurre llamarme y ya no contesto. A lo mejor reconozco tu número en la pantalla del móvil y decido no contestar. Te puedo asegurar que no deja de ser lo que han hecho esas mujeres que no han cogido tu llamada.  Solo por miedo a revivir esos viejos momentos del pasado que tú mismo prohibiste. Y yo, tengo miedo también de que me llames un día y no pueda decirte que no. Que necesite tocar y ver tu cuerpo otra vez, desnudos los dos. Drogada por la excitación, queriendo alcanzar de nuevo el mismo placer que cuando nos acostábamos… Solo quiero avisarte. La próxima vez que nos veamos, que sea para tomar unos cafés juntos. ¿Vale?

— Te entiendo —la dije—, pero ya llevó tres días sin ducharme y necesito un baño cuanto antes… Intentemos controlarnos Susana.

— Vale, no te preocupes, confío en ti. Pásate esta noche, cenamos juntos y así me cuentas como te va con esa nueva rutina que dices. Después te duchas y a la cama. Lo que tenga que ocurrir, que ocurra— clausuró con tono resignado—. Te veo a las diez en la entrada de mi casa. Vivo donde siempre, todo sigue igual que antes, así que no temas. ¡Hasta luego!

La conversación con Susana me tranquilizó. Entendía su desconcierto por el favor tan repentino que la pedía, pero comparado con el desbarajuste que llevaba experimentando desde el día de mi cumpleaños, su confusión me hacía sentir seguro y amarrado a los cauces de la realidad, a las posibilidades factibles de que algo ocurriera.

 Su confusión al menos era coherente y razonable, y no se trataba del conjunto de absurdos que habían sacudido mi vida durante los últimos días…

......

domingo, 7 de agosto de 2011

Y entre tanto, agua fría (1ª parte)


 (......)

Quedaba una hora para que acabase mi turno de llamadas. Me había despertado por la mañana igual que otro día, había corrido al autobús y había llegado a la oficina.
La misma gente de siempre, la misma atmósfera cargada y poco estimulante. Las excusas de los clientes, exactamente las mismas. Me alegraba, nadie había percibido que hoy era mi cumpleaños, y podía mostrar a los clientes una voz radiante desde el otro lado del auricular. El balance de nuevos clientes que captábamos seguía siendo de dos a tres personas por hora. Todo seguía igual. 

Era el momento de marcar automáticamente el siguiente teléfono correspondiente al distrito con el que esa mañana me tocaba trabajar.
En realidad, mi compañero se había ausentado ‘’por enfermedad’’ justo el día en el que me enteré que llegarían varios familiares suyos de visita, y desde la central decidieron que el distrito con el que él trabajaba era mucho más propenso a aceptar este tipo de ofertas que con el que yo trabajaba. Puras estadísticas. 

Solo por hoy tenía que trabajar con un distrito que no me correspondía. << ¿Regalo indirecto de cumpleaños?— Pensé para mis adentros>>.
Aún así no me molestó. Tampoco gozaba de la situación adecuada como mero empleado que era para quejarme sobre mi trabajo. Lo único que en realidad me descolocó fue la llamada que realicé. Era la octava.

Tras escuchar una ristra de continuos pitidos, uno detrás de otro, aguardando impacientes el momento en el que ya no tuviesen que llenar el vacío de la conexión, la llamada pareció dar respuesta. Con los meses que llevaba trabajando aquí, sabía diferenciar con exactitud la relación existente entre la actitud que mostraría el interlocutor y el número de pitidos que habían dejado escapar hasta contestar.
Si respondían, o era porque comprobarían rápidamente de quien se trataba y colgarían de nuevo sin ni siquiera volver a contestar, o era porque esa llamada les sacaba de un apuro y accedían a las ofertas como agradecimiento.
Si los pitidos se alargaban hasta el cuarto o el quinto sin contestación, en el mejor de los casos era alguien que accedía a tus explicaciones, unas veces más seguro de querer escucharlas y otras menos. Y en el peor de los casos, se limitaban a negar de nuevo, pero esta vez educadamente y con mucha más delicadeza, habitualmente de aquellos que no sabían cómo excusarse y decir que no. 

Y si los pitidos sobrepasaban los ocho o nueve, ya podías dar la llamada por finalizada. Estos nunca contestarían.
En el caso de la llamada que estaba haciendo, la uniformidad de los pitidos se alargó hasta el octavo timbre, justo antes de cruzar la barrera que había asignado, y  a partir de la cual aseguraba que no contestarían. 

Al otro lado, recién salido de la nada, un ruido de fondo se reveló antes que la propia voz del interlocutor. Frente al silencio y monotonía que reinaba pocos segundos atrás, la conexión establecida resultaba molesta  y crispante, y tardé más tiempo de lo normal en acostumbrar mi oído a esta nueva situación.

— Muy buenas— Escuché desde la otra punta.
Rápidamente entendí que se trataba de la voz de una mujer, una mujer joven. Tenía la voz grave.

— Buenos días, somos de la agencia de telecomunicaciones XhhX. Creo que ya conoce nuestros servicios más punteros, pues nos encontramos entre los primeros puestos del mercado. Me gustaría informarle totalmente gratis sobre una de nuestras promociones. Dígame, ¿Tengo el placer de hablar con el titular de la línea de teléfono?— terminé preguntando tras un discurso que casi podía escribir con los ojos cerrados.

— Bueno bueno bueno…. ¡Feliz cumpleaños! ¡Qué casualidad encontrarnos por aquí!— escuché con tono sarcástico, rodeado del ruido de fondo que continuaba sin cesar—  ¿Desde cuándo trabajas en esto? Veo que rehaces tu vida empezando desde cero, igual que una casa nueva. No sabes lo que me alegra oírte.

La respuesta había paralizado por un momento todo mi sistema nervioso. Estaba totalmente congelado, hipnotizado por cada palabra que había pronunciado. No sabía cómo responder. El mismo discurso que apenas diez segundos antes había recitado se había esfumado de mi mente y ahora no queda nada en ella, estaba totalmente en blanco.
No tenía tiempo para reaccionar metódicamente tal y como había aprendido a hacer ante clientes demasiado bordes o ante situaciones violentas. Su respuesta me había desconcertado… Se pasaron alrededor de treinta segundos hasta que intenté reconducir la situación, hacerme el tonto y evitar cualquier toma de contacto con aquella desconocida más allá de lo puramente profesional. Mientras, ella esperaba al otro lado sin rechistar.

— Perdone, no se a que se refiere— contesté—. Si puede ser tan mable de indicarme quien es el titular de la línea telefónica.
— Me parece muy fuerte, que lo sepas…. ¿Es que ya no sabes quién soy?— escuché.
Tardé en contestar, pero la voz de la mujer tampoco parecía impacientarse por mi respuesta. Definitivamente no tenía ni idea de quién podía tratarse. 

Un sudor incómodo empezó a recorrer distintas partes de mi cuerpo: axilas, frente y manos eran los lugares donde sentía el húmedo tacto de unas gotas que continuamente tenía que secarme. 

— Mira, para que dejes de hacerte el tonto, y te vayas haciendo una idea, estamos y hemos estado mucho más cerca de lo que ahora puedes imaginarte— contestó de repente—. Date la vuelta, ¿Cuánta gente hay sentada detrás de ti?— Me di la vuelta. Mientras su voz continuó—. Tienes una fila de empleados justo detrás. En total nueve más. ¿Los ves? El primero es un hombre, más mayor que tú. Si, si hoy tú cumples treinta y tres años, el llegará a los cincuenta y dos. Su cara no es muy agradable, se nota que este trabajo nunca fue su vocación. ¿Y ves la chica que hay justo detrás de él? Mírala, ella es más joven que tú, seguramente estudiante, y ahí la tienes sacándose cuatro duros haciendo llamadas también.
Tras una breve pausa, ella prosiguió:

— ¿Y qué hay de ti? No es por dar la lata… Pero la camisa que llevas puesta está sucia… Mira el cuello, ¡Está asqueroso! ¿Por qué la metes en el armario sin lavar? Normal, tampoco quiero criticar cómo organizas tu vida, pero me parece bastante fuerte que desperdicies tus días cada tarde con el alcohol. Luego te levantarás medio borracho y no sabrás ni lo que has hecho ni lo que haces. Tu mismo.
Bueno, que me dices, ¿Ya tienes suficientes pistas para saber quién soy? ‘Señor-telefoneador’— terminó diciendo de nuevo con tono sarcástico…

Ahora sí que podía sentir la modulación impaciente de su voz. Pero no podía responder. No sabía cómo responder. Si respondía, descubriría mi voz temblando. Todo lo que me había descrito era cierto. El hombre y la muchacha de detrás, la fila de personas, y qué hoy llevase camisa. 

Pero lo del cuello había sido demasiado...

(......)