jueves, 17 de noviembre de 2011

Allí donde las raíces no alcanzan


.....

>>Hace una noche hablaba con Isabel por teléfono. Me contaba que estaba muy bien, y que, personalmente, estaba a gusto con su divorcio. También admitía que su vida a veces le parecía un poco aburrida, pero que podía desahogarse cada noche. Qué es lo que hacía, eso ya lo sabía aunque no me lo dijera.
Yo, cuando me enteré del divorcio de mi hermana, había algo que también sabía. Ella nunca le habría sido infiel a su marido. Qué éste predicase a los cuatro vientos esa infidelidad era algo que tampoco resultaba muy verídico. Isabel siempre se había conformado con todo, no tenía la iniciativa suficiente para comenzar un romance a escondidas. No soportaría una doble vida, en realidad eso la destrozaría por dentro, no disfrutaría. 

Y es que, desde que murió nuestro padre, tuvimos que rellenar como pudimos el hueco que a ambos nos dejó. En el caso de Isabel, algo que le hiciese crecer como persona, crecer como nunca antes lo había hecho. Que acabase inspeccionando cada árbol, delante de ellos, hablando, era algo inevitable. Era algo que desde que murió nuestro padre sabía que ocurriría. Y ahora, tras el largo silencio que nos había envuelto, después de separarnos más que nunca al acabar aquel funeral hace un año, ahora volvíamos a retomar el contacto los dos:

—Isabel, soy yo. Cuánto tiempo. ¡Cuánto tiempo sin hablar! no podemos continuar así… Entiendo que todo tiene que ver con la muerte de nuestro padre…y que te afectara; ya sabes, yo también lo estaba… Pero tenemos que vernos cuanto antes. ¿Qué te parece sacar un rato para nosotros mañana?

—Sí… Suena bien, Marcos. Un año es mucho tiempo, ya te echaba de menos. Cariño, te comento, yo estoy libre todas las tardes, siempre paseo por el centro. Nos vemos en alguna cafetería por allí, te llamo mañana desde la Puerta del Sol y quedamos en algo.

—Mejor, voy a recogerte a Menéndez Pelayo antes de que llegues al centro, prefiero que paseemos y nos sentemos un rato por el Retiro. Te queda más cerca de casa y me apetece tomar algo de aire libre. No quiero estar encerrado.

—Vale. Seguro que será un paseo bonito ahora que las hojas han comenzado a caerse. Te espero mañana en la puerta de mi casa.

Isabel… ¿Qué haría Isabel después? Estoy seguro de que se quedaría pensando varios minutos en el porqué de mi llamada. Y seguro que nada más colgar, comenzaría a buscar con su mirada los árboles que siempre atisba desde la terraza. Y seguro que en cuanto distinguiera el primero entre la oscuridad, le aparecerían en su mente las razones de mi llamada. Y gracias a esa rápida ilusión, sabría que, como si de un periodista y de una entrevista se tratase, mañana tendría bastantes preguntas que hacerle.
Y ella sabía que me respondería sin problema. Y con la idea en mente de abrir su corazón a su hermano dentro de un día, se quedaría abstraída contemplando la negrura del parque. E igual de abstraídos se quedarían los árboles al advertir una mirada desde un décimo piso, una mirada que se les clavaría hasta la savia. Y con este ímpetu en su mirada, Isabel intentaría buscar cuál de ellos es capaz de comunicarse con ella desde tan lejos.

Ahora hace frío e Isabel intenta dormir. No ha cenado, la televisión sigue encendida y su comida en el microondas. Pero ella se rinde al sueño, abrazando a su gato con un brazo y a la soledad con el otro.



Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Gracias por su comentario!