miércoles, 11 de marzo de 2015

沒有臣民的皇帝 (中文版)

親愛的戀人


西曆一九三六年二月二十三日,晴,多雲, 轉陰,又開始下雪。我不太習慣在一年這時節看到雪,但滿洲國的冬日太冷太冷了,遠比我宮殿中那一個個蕭瑟的下午還要寒冷。等等,我的宮殿?我真的可以說那是我的嗎?我對繼續使用這類詞語保持著困惑。不過,至少我從來沒有遲疑過叫你我的戀人。你知道你是我的最愛。
但願這封信位址不會送錯,我也跟強烈地渴望著你能讀到塔。我,發自內心地將你銘刻在我心頭,如同從兒時就一遍一遍用墨寫下自己名字那般雋永。現在你成了我最後的港灣。只有面對你的時候我才如此舒心。即使五年都沒有你的消息,我也必須保持冷靜。要是在北京正好有一個我的什麼人,又恰好知道我有那麼多年完全沒有我最愛的人的消息,我一定會不惜一切代價找到她的。但這可不現實。我的身體變得越來越糟糕,日本人並不關心,實際上他們最希望這樣。他們最好我能儘快消失。

你出逃的那天我氣急敗壞喪失理智。然後便是老套的情節,往往第一個出現在你面前的就會撞槍口上。我之前沒有和你說過,那晚我打了婉容。就在我雙手攢著你那張令我撕心裂肺的告別信時,她吸得神魂顛倒闖進我房間。她堅持要我也一起抽,不過我沒有理會。其實我就沒有察覺到她已經進來了。她撲向我坐的地方,我兩腿未做抵抗遍順勢跪倒在地。如果我的神智無法接受紙上所寫,那我的身體早已在我讀信時便已麻木。好在一切在她撲倒我時猛然驚醒。之後就如同一團對著人猛放的煙火,所有積攢的痛楚迸發出來,我一邊哭嚎一邊打她,根本無法停止,我完全失去理智了。
我覺得從那時起婉容就討厭我了。有時候,僅僅給一個人一個討厭你的理由,他就可以因此討厭你一輩子 這一切都是我嫉妒你,我完全被嫉妒挾裹了。你邁出了如此重要的一步,打破了我所有的規則和秩序。就好比在嬰兒出生前便問它想在哪片樂土轉世,你離開了我,也偷走了我活下去的渴望。我其實沒有原因要如此大發雷霆,但我仍舊再被嫉妒蠶食著。
我不知道那些日本人從我在長春開始就盤算著什麼把戲。他們已經對我這個苦命角色失去了興趣,就好比一尊髒兮兮的佛像,人們跑過來利用它又嘲笑它的嘴臉。沒有人會給你上貢。我不覺得自己是個皇帝,沒人覺得我是皇帝,婉容都不覺得,她的牙齒全掉了,露出牙齦,僅僅通過她的舌頭就能聞到那帶著腐血的氣息。她吸的比吃的多,哭的比說的多,比走的路還多。我敢說那該死的大煙奪走了她全部的精神氣,對我來說,到了這個地步,我差不多不想在看到她了。

一周前我急切地想寫這份信,但我沒能按時寫好,現在我有點後悔。就像你走時的我一樣需要發洩一下。這次倒楣的不是婉容,因為我選擇了教訓自己。但你也知道,我是沒有足夠勇氣去結束自己生命的。別人不會允許一個皇帝自殺,我之後給你寫的你沒有必要一定要讀,你可以直接跳到信最後的離別語。我只是想寫點什麼,能寫到現在我已滿足。信的一大目的已經達成,現在開始,如果你不原意,就不要讀下去了。

前幾日,有四個日本兵並不知道當時他們離我就幾米遠。他們那最高貴的滿洲國皇帝正在皇宮附近閒逛。他們叫嚷著的語言和這些年老師教我的日語完全不像。
我完全聽不懂他們在說些什麼。和劇本上寫的不一樣,和宮殿裡的裝飾也不一樣,我就好像這幅場景的一個看客。貌似他們在宮殿的外側抓到了一個坐在石頭上吃飯的人。很年輕,三十來歲,但近幾年的悲慘際遇讓他老得很快。他們把他放倒在地,要他脫光。我是猜出他們意思的,他們說的話還是同樣不知所云。男子一頭霧水,想逃走,但他那瘦骨伶仃的身軀可不聽使喚,也不足以反抗。一個日本兵把他扔在地上拖著還狠狠打了他一巴掌讓他就範,我覺得他在那時就已經投降了。

他們把他脫了個精光,其實就是扯掉他身上僅剩的些破布條。其中兩人從後面抓著他的手臂和脖子,其他二人示意把他身體放平,就這樣讓他的屁股朝向大家。我記得這一瞬間我全身的肌肉收緊,我真想閉上眼立刻逃離。
他們更用力地從背後摁住他,然後用幾根手指捅進了他的後庭。不過沒有人脫褲子。我可沒有想到這些日本兵的樂趣會來自於這樣一個比強姦都要噁心百倍的邪念。他們好像知道他們一起做的這件事可比單純性侵有趣多了。他們中有一個人沒有參與,這人從肩上卸下了帶刺刀的步槍。我記得他看著其他的人,好像在尋求許可。

之後他朝他們笑了笑。每次只要那男子想逃離,士兵就更用力地捅他後庭,其他人則用膝蓋踢他肚子。從我的方向看不到年輕人的臉。想必是恐怖極了,我慶倖自己沒有看到。拿著刺刀槍的兵士往後退了幾步。其他人塞住了男子的嘴。我知道男子咬了一個人的手指,因為一士兵驚叫了一聲,然後變得更加狂暴 。此外,從那士兵的表情上,很希望他同夥能毫不留情地用刺刀插那男子,之前手指插進去的人猛地抽出來摁住洞口,用全力把那裡撐開。我看見那鋒利的刺刀就在離後庭幾米處,筆挺挺地對著洞口。我開始流汗,全身冰冷。我記得很清楚我一陣噁心感覺要把我的胃都吐出來了。那時,提槍士兵一個箭步上前,刺刀塞進了預先對準的地方。

不好意思,我必須喘口氣了。就算即使我繼續寫,最糟糕的部分我也無法用言語向你形容。當然不能。這個年輕人沒有立刻死去直到度過了漫長的時間,以至於他的呻吟烙印在了我的腦海裡。年輕人的呻吟是最糟糕的。感覺就是北平故宮裡英國人帶來的西洋鐘,那機械的聲音每個整點都會在整個宮裡回蕩,日復一日讓這個聲音浸入我的骨骼。印象已經模糊,但那嗥叫聲永遠清晰。日復一日。我敢肯定就是因為這個讓我更加瘋癲。

我向天發誓,只要每一個野蠻之地或者任何人類社會都有那麼一絲同情和憐憫的底線的話,這些野蠻的行徑便必會得到報應。我發誓這些日本人如果不消耗大量的精力,是不會老老實實地休息著的。這個年輕人,轉世後一定會報仇雪恨。

雖然你很瞭解我,通常我激烈地鬥爭著最後終究沉默。但這次不一樣。對一個無辜人冷血的殺戮,親身經歷後要我在陰影中沉默苟活? 我做不到,這簡直是陰曹地府。真希望能再出現一次這樣的場景。之後我會橫在那個中國人或者滿洲人面前,這樣我就成了下一個。然後只要他們沒搞清我是誰,我就能讓他們把我剁了,然後就讓這些惡夢伴隨他們去吧!

現在我有點兒不想寫了。我剛去吐了一點。這封信我拖遝了兩天,也兩天沒有吸大煙。我感覺額頭被刺了很多下,還有額頭下兩眼之間的地方。有時我會想如果有日本兵用刺刀插我的前額,用他們刨開後庭那般的力量的話,那些腸子,脾胃,心肺和喉嚨,我捫心自問能否光榮地死去呢?或者恰恰相反,在惶恐和驚叫中結束生命。甚至這時,我能感受到和那孩子一樣的痛,我會優雅地死去,就像每個皇帝一樣優雅地死去。

我走了,愛你永遠


西曆一九三六年二月二十三日,滿洲國,長春


愛新覺羅·溥儀



Especial agradecimiento a Pan Tan por la traducción del texto:
譚畔翻譯  lemonTD1900@126.com
Licenciado en Filología Española. Máster en Español como segunda lengua (UCM) y Didáctica Específica (UAM)





miércoles, 4 de marzo de 2015

Emperador de nadie (versión en español)

Querida amada:

Hoy es 23 de febrero de 1936. Sol, nubes, nubes. Nieve. No estoy acostumbrado a ver nevar a estas alturas del año, pero el invierno en Manchuria es mucho, mucho más largo que las tímidas tardes de frío en mi palacio. Mi palacio… ¿acaso puedo decir mío? Todavía no entiendo cómo puedo seguir pronunciando tales palabras. Aunque… ahora que lo pienso… en realidad nunca he dudado en llamarte mi amada. Ya sabes que eres la persona que más quiero.

Espero que envíe esta carta a la dirección adecuada. También espero con todas mis ansías que leas este mensaje. Tengo, muy dentro de mí, tu recuerdo grabado en tinta, como los caracteres chinos de mi nombre, que memoricé día tras día cuando era un niño. Ahora eres mi único escape. Solo puedo desahogarme contigo. Tengo que mantener la calma, aunque lleve más de cinco años sin ninguna noticia tuya. Si estuviese en Pekín y alguno de mis… supiera que llevo más de un año sin saber nada de la persona que más amo, ya se habrían dejado la piel para encontrarla. Pero no es así. Cada día me convierto en alguien un poco peor. A los japoneses esto no les importa. En realidad lo desean.  Solo desean que desaparezca.

El día que te escapaste me puse tan furioso que perdí los papeles. Y como suele ocurrir en estas situaciones, el primero que se cruzó en mi camino pagó los platos rotos. No te lo he contado nunca, pero aquella noche di una buena paliza a Wan. Ella entró drogada en mi cuarto, justo cuando sostenía entre mis manos ese trozo de papel asqueroso en el que te despedías. Wan insistió en que continuase fumando con ella, pero yo no la hice caso. Ni siquiera me había inmutado que había entrado. Se echó contra mí y mis piernas cedieron sin resistencia. Si mi mente no podía sostener lo que ese trozo de papel decía, mi cuerpo físico había perdido toda conexión con mi consciencia mientras la leía. Al menos hasta que me di contra el suelo. Entonces como si de un fuego artificial que se lanza contra una persona se tratara, todo el dolor acumulado explotó y no pude parar de pegarla entre chillidos y lágrimas. Había perdido mi cordura.

Creo que desde entonces Wan me odia. ‘‘Dale un solo motivo para creer a alguien que no esté en su sano juicio que debe odiarte y lo hará sin problema durante toda su vida’’. Y todo porque te tenía envidia. Estaba muerto de envidia. Tú diste un paso tan importante… que rompió todos mis esquemas. Como si antes de nacer le preguntasen a un bebé en qué lugar feliz quiere reencarnarse, tú te fuiste de mi lado y me robaste las ganas de vivir. No tengo motivos para estar furioso a estas alturas… pero todavía sigo carcomiéndome de envidia.

No sé qué clase de majadería planean los japoneses desde que estoy en Changchun. Soy una triste figura que ha perdido su encanto, una especie de estatua de Buda sucia y abandonada a la que la gente se acerca para aprovecharse de ella y reírse en su cara. Nadie te deja ofrendas. No me siento emperador, no soy emperador de nadie. Ni de mi mujer. A Wan se le han caído los dientes. Solo le quedan las encías. Con solo pasar la lengua a través de ellas huelo su aliento a sangre podrida. Fuma más que come, llora más que habla, más que anda. Me atrevo a decir que el puto opio le ha robado completamente su alma. A mí, a este paso, me queda poco para acabar como ella.

Hace una semana que necesito escribir urgentemente esta carta. No lo he hecho a tiempo y ahora me arrepiento. He tenido que explotar… igual que cuando te fuiste. Aunque esta vez no fue Wan la víctima de mi arrebato. Fue a mí mismo al que tuve que lesionar. Pero ya sabes que no tengo la endereza suficiente como para suicidarme. A un emperador se le tiene prohibido suicidarse… Lo que te escribo a continuación no es necesario que lo leas, puedes pasar directamente a la despedida. Con solo escribirlo me vale, con lo que has leído hasta ahora ya me siento satisfecho. Ya he cumplido con uno de los objetivos de mi carta. A partir de ahora,  no lo leas si no quieres.


Había cuatro subordinados japoneses. Pasaron por alto que a pocos metros estaba yo. Su deseadísimo emperador de Manchuria había salido a dar una vuelta alrededor del palacio. Gritaban en un idioma raro, no parecía el japonés que llevo aprendiendo con un profesor particular todos estos años.

Realmente no podía entender lo que decían. No estaba previsto en el guion y ni en los decorados del palacio que yo apareciese como espectador en esa escena. Al parecer habían encontrado en los laterales del palacio a un hombre sentado sobre una piedra, comiendo. Parecía joven, debía tener unos treinta años, pero las penurias de sus últimos años de vida le habían hecho envejecer bastante. Le tiraron al suelo y le exigieron que se desnudase. Lo deduje por sus movimientos, sus palabras eran igual de ininteligibles que al principio. Como el hombre no les entendía, intentó levantarse y salir corriendo. Pero su esquelético cuerpo no parecía responder lo suficientemente rápido, ni mucho menos parecía disponer de la salud física necesaria como para enfrentarse a ellos. Creo que el hombre ya se había dado por vencido cuando vi que uno de los soldados le había soltado una bofetada. Él se había arrastrado por el suelo para intentar enderezarse.

Le  desnudaron… o más bien terminaron de despedazar los pocos harapos que le quedaban. Mientras dos de ellos le agarraban retorciéndole los brazos y el cuello, los otros dos indicaron con gestos que inclinasen el tronco del chico, de tal forma que quedase su culo proyectado hacia ellos. Recuerdo que en ese mismo instante se me contrajeron todos los músculos. Quise dejar de presenciar aquella escena y huir.

Le agarraron con más fuerza por su espalda y metieron un par de dedos en su ano. Pero ninguno de los oficiales se bajó los pantalones del uniforme. No me esperaba que el placer de esos soldados japoneses procediera de un antojo mil veces más depravado que el de una simple violación. Parecían entender que esa cosa que sujetaban entre ellos se merecía mucho más que una mera penetración. Uno de los que estaba libre, descolgó de su espalda el fusil con la bayoneta. Recuerdo que miró a los ojos al resto, como pidiéndoles permiso. Después les lanzó una sonrisa. En cada intento que hacía el joven por salir de ahí, el soldado metía con más fuerza otro dedo dentro de su ano, mientras los otros sacudían con sus rodillas la tripa de la víctima. No podía ver desde mi posición su cara. Debía ser horrorosa, y doy gracias por no haberla visto. El soldado que sostenía el fusil bayoneta echó unos pasos hacia atrás. Le taparon la boca al joven. Sé que este mordió uno de los dedos del soldado que había acercado su mano, porque el japonés dio un grito y se enfureció más de lo que estaba. Además, por su cara, estaba deseando que su compatriota clavase sin piedad el arma contra el joven. El soldado que tenía los dedos dentro del ano los sacó de golpe y agarró, estirando con todas sus fuerzas en direcciones opuestas, las nalgas del joven. Vi como colocó el extremo punzante de la bayoneta a unos metros del ano, totalmente alineada con el orificio. Recuerdo que empecé a sudar. Sentía escalofríos por todo mi cuerpo. Hasta tuve una brutal nausea que casi movió el estómago de su sitio. Entonces el soldado cogió carrerilla hasta que la punta de la bayoneta se empotró en el lugar previamente preparado. Yo...


Lo siento, he tenido que parar. Se han pasado cinco horas desde escribí la última línea y ya ha anochecido. Lo siento. Aunque continúe escribiendo, lo peor de todo no creo que pueda plasmarlo en palabras. Claro que no. Ese joven no murió al instante, se pasó agonizando el suficiente tiempo como para que su voz quedase grabada en mi interior. Los sonidos que emitía el joven fueron lo peor... Como si de uno de los relojes que trajeron los ingleses a la corte de Pekín se tratara, cuyo mecanismo retumbaba por todo el palacio en cada hora punta, todavía escucho esa voz recorriendo mi esqueleto hora tras hora. Las imágenes se borran, pero no lo hacen esos aullidos que escuché. Todos los días. Te aseguro que he enloquecido un poco más por su culpa.

Juro por todos mis antepasados que, si existe un ápice de misericordia en cualquier ínfimo lugar de este mundo o de cualquier otro creado en el tao, esas salvajadas no quedaran nunca impunes. Y juro que esos japoneses no podrán descansar en paz hasta que no se produzca el correspondiente intercambio de energía. Y que ese joven, si no soy yo quien lo haga, se vengará de esa monstruosidad en alguna de sus futuras vidas.
Aunque ya sabes como soy. Juro y me enardezco pero después me vuelvo a callar... Pero esta vez ha sido distinto. La matanza a sangre fría de un inocente, vivirlo todo en primera persona, callado entre la sombra... No puedo. Es una escena dantesca. ¿Sabes lo que te digo? Que ojalá vuelva a presenciar otro asesinato más. Entonces daré la cara y me plantaré delante de ese chino o manchú al que quieran aniquilar. Para que así yo sea el siguiente. Y sin mediar explicación alguna sobre mi condición, dejaré que acaben conmigo a destajo. Y que se queden ellos con toda esta puta pesadilla. En realidad estaré agradecido de que lo hagan. De que roben mi vida cuanto antes.

Ahora sí, me falla el ánimo para escribirte. Acabo de vomitar. Esta carta me ha costado dos días de retiro, dos días sin probar el opio. Me dan pinchazos en la frente, debajo, ya sabes, entre los ojos. A veces pienso que si algún soldado japonés llegará a atravesar mi frente con su bayoneta, utilizando la misma fuerza animal con la que descuartizaron el ano, los intestinos, el estómago, los pulmones y la garganta de ese pobre chico, a veces me preguntó si moriría con algo de elegancia. O por el contrario, con una cara de espanto y entre gritos. Si incluso en ese momento, sufriendo el mismo dolor que ese chico, moriría de forma elegante. Tan elegante como un emperador se merece….

Me retiro. Te quiero siempre.



25 de febrero del 1936, Changchun, Manchuria.

Puyi